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Odisea del México Guadalupano

  • Lázaro Ap
  • 15 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

Soy muy mexicano, no tiene remedio. En donde he estado, lo que me alimenta es México.

'Rufino Tamayo'

Como una orda de orcos, van marchando por las calles con el mismo fin. Un fin colectivo, atraviesan la caótica Ciudad de México. A lo lejos, se escuchan gritos, cantos y un par de grabadoras coreando las inigualables y bien recibidas "guarachas" que hicieron retumbar los barrios y pueblos, la noche anterior, en los lugares más recónditos del país. Logrando vibrar las calles que a su paso, dejando van.



¡En el cielo, una hermosa mañana! [...] La gente más adulta, a paso lento va, pero con fe que a la mañana siguiente logrará llegar. El cerro más querido, el más representativo de la sociedad católica en nuestro país.


¡La guadalupana, la guadalupana, la guadalupana, bajó al Tepeyac! Por muchos años la misma tonada enardece a los pocos o nada creyentes de una fe que ha cegado a México. Alimento espiritual o no, va dejando en decadencia la fuerza personal, ese interés que el humano a perdido en lograr lo que pretende sin esperar "un milagro".


Gente que por sentido humano se da cita a pie de carretera, autopista o avenidas principales para dar un apoyo a base de gritos, palabras, un apoyo moral, físico y alimenticio. Esas tortas de huevo con chorizo, frijoles y en el mejor de los casos, de jamón. De entre una variedad de platillos de nuestra variada cocina mexicana, son los más selectos al estilo gourmet que deleitan los paladares de los peregrinos sentados en la banqueta o a pie, mientras estos caminan que los minutos perdidos, según ellos, valen las "perlas de la virgen".


Es una suerte encontrar a las personas que por años han dedicado su tiempo a la visita del templo en la delegación Gustavo A Madero. Esta gente sorprendida al ver las muestras de apoyo que van en aumento, y como Doña Eulalia, una anciana que ha venido visitando "El cerro del Tepeyac" desde los cinco años de la mano de su abuelo...


-"Es una pena como la juventud de ahora ha perdido los valores de la iglesia, ya no ponen interés a la palabra de Dios por sus libros que ahora les dan en la escuela"

... Esta misma nos cuenta con emoción los recuerdos que le traen a su memoria al ser tomada por ahora los quince nietos que turnados van para ser participes de la plática y hacerse un lugar a lado de la abuela. Mirando al cielo, replica al mirar los ojos de los niños que caminan a nuestro al rededor diciendo -"Es un regalo del cielo". (Para lo que nos imaginamos y confirmamos que los bebés, si los trae la cigüeña)



12 de diciembre, primeras horas de la mañana y mientras despertamos en el motel donde tuvimos que hacer parada por nuestra falta de fe y nuestras ganas de no entorpecer la peregrinación. Al abrir las cortinas y con ello la ventana, respiramos con amor el aire contaminado de la ciudad. Un aroma putrefacto inunda las calles como pulquería a las 12 de la noche, hace que despertemos con los ojos totalmente cristalizados y sin ganas de llevar alimento alguno a nuestros estómagos.


Duchándonos con prisa para ser parte del gran espectáculo a la llegada de los miles o millones de fieles a "La morena del Tepeyac", nos encontramos con un par de almas descarriadas y olvidadas de entre los miles. Unos tipos inhalando sus estopas humedecidas con lo que ellos llaman: "el agua bendita de los que tienen hambre". Algunos otros alardeando y presumiendo que gracias a su madre "La virgen", han salido del "bote" o no los han atrapado después de las tantas fechorías a las que se dedican.


-"Es lo que hay, mano. No podemos dedicarnos a otra cosa, porque así a nosotros nos tocó chingarnos"

-"Es lo que hay, mano. No podemos dedicarnos a otra cosa, porque así a nosotros nos tocó chingarnos"


[Pensándolo bien, hasta a nosotros nos llena de orgullo]


Después de tanta felicidad por la tarde de comida, agua, abrazos repartidos entre lágrimas y risas; nuestra hora termina. De regreso, nos hemos encontrado con las calles infestadas de basura, orines y material fecal que son las principales obras de arte que presumen las aceras de los barrios aledaños al templo. Ropa, pañales, bolsas de plástico y miles de productos de unicel son parte de las colecciones que los vecinos de la Delegación, lidian con desconcierto en meterlas a una vitrina o de plano tirarlas por su alto valor en el mercado.


Frustrados por el respeto que se exige a sus creencias, sin respetar a la cultura del cuidado de nuestras calles decidimos regresar a casa con la sorpresa entre barrios y sus arreglos en los altares como carros alegóricos con flores y luces. Mientras las amas de casa la comida preparan y los hombres quienes más fieles son, hacen retumbar nuestros oídos con el descorché de las primeras "caguamas" y latas de cerveza que le darán vida a las mañanitas interpretadas por Alejandro Fernández acompañado de Mariachi que suena desde un gran reproductor de un viejo disco que saca la organizadora de tal evento. Las que sabemos que en unas horas serán convertidas en "las rolas" del momento...


"¿Qué vas a hacer con este negro, muchacha?"




 
 
 

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